La Conferencia de Río+20 debería acercar la Educación Ambiental y la Educación para el desarrollo, sin que por ello pierdan sus peculiaridades
Hoy, 26 de enero, celebramos el Día Mundial de la Educación Ambiental. Y creemos muy necesario rendir tributo a esta educación que nos acompaña oficialmente desde 1972 cuando se mencionó en la Conferencia de Naciones Unidas para el Medio Humano (1972), también llamada de Estocolmo, pero que sin duda es intrínseca a la educación y formación humana para la vida, donde el entorno constituye la piedra angular para la obtención de conocimiento. |
Este año 2012 debería suponer otro hito histórico para la Educación Ambiental con la celebración de Río+20, llamada oficialmente la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable. El papel de la Educación Ambiental debería enfatizarse tanto o más relevancia como en la primera Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992). En el documento que surgió de esta cumbre, la Agenda 21, se planteó como una guía de acción para abordar los problemas que acuciaban a la humanidad y a la biodiversidad como la pobreza, el hambre, las enfermedades, el analfabetismo y el continuo empeoramiento de los ecosistemas, y donde se urgía a los gobiernos a tomar en serio la educación sobre los problemas del medio ambiente y el desarrollo, como instrumento para conseguir un mundo más sustentable.
Un análisis en profundidad de dicho documento, la sitúa como precursor de los Objetivos del Milenio (ODM), con la repercusión que desde el año 2000 han tenido sobre el desarrollo y la cooperación, ya que apunta a buena parte de las metas conceptuales que proponen los ODM. Sin duda, la base de la Agenda 21, tanto su aprobación como su ejecución, requirió de un consenso mundial para enfrentarse a los problemas ambientales y pretendía garantizar los recursos financieros necesarios para conseguirlo.
El planteamiento de Río+20 (2012) se centra precisamente en el fortalecimiento de los compromisos políticos de los Estados a favor del desarrollo sustentable, el balance sobre su implementación y las respuestas a los nuevos desafíos emergentes de la sociedad. Podríamos decir que el eje se ha movido del “qué podemos hacer” al “cómo lo podemos hacer”. Sin duda, la agenda viene marcada por el estrepitoso fracaso del Tratado de Kyoto, entre otros fracasos, que ha desdibujado el mapa de los países comprometidos con la salud del planeta convirtiéndolo en una herramienta política únicamente de poder, sin que prevalezcan los valores humanos y ambientales que requiere la solución de los problemas. Pero esta Conferencia también refleja las necesidades de los movimientos ciudadanos que han sacudido 2011, y que han incluido en la agenda de la Conferencia el tema de la gobernanza.
La creciente capacidad de la sociedad para pedir más cambios sociales en respuesta a los desafíos que enfrenta la humanidad, tanto ambientales como sociales, ha convertido en una necesidad de Río+20 enfrentar la nueva realidad y acercar posiciones entre las instituciones y gobiernos nacionales a las alternativas que plantean las sociedades civiles.
Los temas que está planteando Naciones Unidas para la Conferencia tratan la crisis financiera, la crisis alimentaria, las migraciones, la crisis energética, la escasez de agua, las pérdida de biodiversidad y los ecosistemas, la desertificación, los desastres naturales, el logro de los ODM, la globalización, la seguridad en la salud, el incremento de la resilencia nacional y global y la seguridad climática. La pregunta que nos deberíamos hacer es qué papel debe jugar la educación ambiental en todo ello.
Haciendo una retrospectiva de la Educación Ambiental, desde los años 90’ se ha ido imponiendo la Educación para el Desarrollo Sostenible o para la Sostenibilidad, entendiéndose ésta como una herramienta al servicio del desarrollo sostenible, donde es indisociable el desarrollo económico, la conservación de los recursos naturales y el reparto equitativo de los mismos, tanto para las sociedades de hoy como para las del mañana. Su actuación ha ido en la línea del lema “Piensa globalmente, actúa localmente”. En todo caso, es indiscutible que tiene una marcada prevalencia de la perspectiva ambiental sobre la social y la económica.
Paralelamente, las ONG de desarrollo han venido trabajando desde la Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global las consecuencias y causas del modelo de globalización, sus conexiones entre pasado, presente y futuro, para conocer las fuerzas económicas, sociales y políticas que explican y provocan la existencia de la pobreza, la desigualdad y la opresión y que nos condicionan como ciudadanos en cada contexto. A pesar de la inclusión del desarrollo sostenible como una de sus metas, en muchos casos los procesos educativos no ahondan en el medio ambiente como elemento transversal e integrador del desarrollo, sino como un recurso a usar dependiendo de las circunstancias y los públicos a los que van dirigidos. |
Retomando la pregunta que anteriormente nos hemos hecho, la Educación Ambiental sigue jugando un papel clave en los procesos educativos locales, esencialmente en temas de gobernanza donde los movimientos ecologistas han sido claves en la participación ciudadana para la reclamación de sus derechos como ciudadanos y la necesidad de protección y conservación del medio ambiente. En cuanto a la educación a nivel mundial, la Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global ha aportado avances significativos en la comprensión del sistema que subyace bajo el titulo de globalización, incidiendo políticamente en las relaciones entre incluidos y excluidos tanto en el norte como en el sur.
Por tanto, desde la Asociación de Ciencias Ambientales, creemos imprescindible que la Conferencia de Río+20 debería constituir un punto de partida para acercar ambas educaciones, sin que por ello pierdan sus peculiaridades. Se apostaría por poder abordar problemas comunes tales como el cambio climático, y aunar esfuerzos y recursos tanto técnicos como humanos y financieros para mejorar la eficiencia de los mismos. Con ello, se perseguiría asentar los objetivos de solidaridad, equidad, corresponsabilidad, participación y diálogo que vienen trabajando las dos educaciones. Tal y como plantea la Cumbre de los Pueblos Río+20, paralela a la Conferencia oficial, estos objetivos son ineludibles para conseguir una transición hacia un nuevo modelo de civilización donde no se opongan los intereses de unos y otros, y por tanto, que las “voluntades” políticas puedan caminar con un mismo fin: construir “una gobernanza mundial legítima, democrática y eficaz”.
Más información:
ANÁLISIS DE LA DIMENSIÓN AMBIENTAL EN LA EDUCACIÓN PARA EL DESARROLLO DE LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL Aránzazu Fernández Tejeda (Colaboradora de ACA) y Javier Benayas del Álamo. (Departamento de Ecología. Universidad Autónoma de Madrid)